viernes, 4 de febrero de 2011

El Barra

Cada vez que pasa algo así, uno se queda como congelado, al menos a mi me pasa, que no entiendo mucho cómo proceder ante algunas cosas. Porque no es fácil, amigo, tener las palabras que te hagan sentir mejor, lo más probable es que termine diciendo una boludez que no consuela a nadie y que es lo mismo que te dijeron muchos y que te seguirán diciendo tantos otros después. Pero si puedo sentir tu dolor, creéme que me pesa, porque lo compartido nos une, y no puedo separarme y alejarme de tu sufrimiento. Sabés que estoy, que estamos, que somos un montón los que estamos dispuestos a levantarte y a pelearla al lado tuyo para que salgas adelante, para que la herida cierre, lo que te queden sean los lindos recuerdos vividos al lado del viejo. Yo tuve la suerte de estar al lado tuyo en una cancha, durante cuatro años, y ver como el sufria, festejaba, se calentaba y se reía con nosotros, porque dejaba tanto como vos, yo, y los demás en la cancha. No es mucho, pero acordarme de eso me hizo pensarlo y sonreír un rato.
Estoy seguro que, desde donde esté, el viejo va a seguir alentandonos y yendo a todos los partidos, gritando los goles con los puños en alto y pegandote algun reto si te vas y no volvés con marca; y se lo va a extrañar en los entretiempos cuando metía algún bocado para ayudar con el orden de los pibes...
Le dijimos chau a tu viejo, amigo, y sé que el dolor es grande, pero cuando sane, espero que puedas recuperar todos esos buenos momentos que él vivió a tu lado, y se te llene el corazón de amor y de sonrisas...

*En memoria de Jorge, el "jefe de la barrabrava" de Error 678 FE, el que nunca dejó de alentar;  y dedicado a su hijo y mi amigo, Pecho, en este momento de pena.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Con una lanza en el corazón

Supe siempre que mis aventuras serían las que causaran mis pesares, que mi instinto de corsario, de mercenario del cariño, de traficante de besos robados; acabaría algún día por matarme. Siempre fui uno y la preservación de la especie me enseñó a andar siempre armado de palabras, siempre presto a devolver ataque por ataque, a dejar los sentimientos para el resto, que se llevan bien con ellos.
Pero nunca me enseñaron que hay batallas que no se pueden librar, que por más fiereza y valentía que uno levante como bandera, los molinos de viento siempre serán eso y nada más, que no hay gigantes para destrozar, que no hay gambeta que te deje mano a mano, ni esta vez vas a salir a festejar.
Cuando el amor quema tan profundo, cuando esa llama es perpetua, aprendés a replantear tus actitudes, a no dejar nunca más que te manejen los impulsos, a no hundirte en la ira o la brutalidad que el alma pide a gritos. Aprendés a pensar y a sentir que hay alguien que merece más que vos de tu atención, de tu amor, de tus minutos, y que la única manera de protegerlo es hacer las cosas como manda la razón.
Hijos de puta, cínicos y herejes de las sensaciones no sabrán lo que es que algo duela hasta el fondo de los huesos, que algo te deje sin aliento y sin fuerzas para levantar una mueca que parezca una sonrisa. Sufrir de esta manera es indeseable hasta para el peor de los enemigos, ya que se puede distinguir el terror en cada célula de nuestro cuerpo, el temor a perder lo más querido que hemos tenido.
Hoy, como dice el título, mis ganas se desangran como si tuviera el corazón atravesado, me da trabajo hasta el intento de respirar, me han quitado el motivo más grande para comenzar día a  día...

La lucha va a ser intensa y desigual, pero de tanto resucitar, me quedó mucho de curtido, y una vez más habrá que salir a flote...

*Para vos, enano de papá, aunque aún no entiendas nada de lo que pasa alrededor, sé que tu corazón confía en que no voy a dejar que te alejen nunca, nunca de mi...

Capitán Huracán, desde la tempestad...

jueves, 16 de diciembre de 2010

Desde la tormenta...

¿Quién se puede proclamar libre de temores? ¿Acaso alguien estuvo alguna vez limpio de pecados? Mientras vamos a la deriva en este torbellino en que se ha convertido nuestro mar, recluido en mi eterno camarote, a prueba de toda filtración, me sumerjo una vez más en cavilaciones y pensamientos sin resolución que vuelven a enfermarme, que vuelven a dañarme, que no me dejan en paz. Los fantasmas de viejas batallas reaparecen, se hacen carne al pasar los minutos, se incorporan una vez más a mi día, y en mis noches de soledad oceánica, libran una vez más la guerra de los sentidos.

Mis pecados han sido muchos, he de reconocerlo, mi capacidad de maniobra siempre logró disimular mis errores pero, aún así, hay algunos que hoy pasan factura, que han llevado a encallar las naves en sitios insospechados, y que hoy ante el recuerdo añoro como a los mejores puertos donde he estado.

Los miedos son caso aparte, haber creído toda la vida ser un temerario me ha llevado a descubrir en estas horas la mentira que imponía con esa idea; las últimas horas demuestran que uno puede tener miedo a lo más frágil, a lo más débil, que hay una llama que enciende el dolor en un lugar hasta hoy desconocido; un dolor que ahora se presiente como eterno acompañante de vida, el malestar de no estar al lado de aquello que uno ama, el sufrimiento de saber que los minutos pasan aún cuando uno está en la lejanía.

Y, mientras más lo pienso, más certeza tengo de que no debí levar anclas en el último puerto...